Aun cuando en la década del cincuenta se estrenaron una serie de producciones centradas en el ataque de insectos o animales mutantes, como por ejemplo “Tarantula” (1955), “Them” (1954), y “Attack of the Crab Monsters” (1957), entre otras, no sería hasta el estreno de “The Birds” (1963), del director Alfred Hitchcock, que nacería oficialmente el subgénero del horror natural, cuya popularidad estallaría exponencialmente luego del lanzamiento de “Jaws” (1975), de Steven Spielberg. El inusitado éxito del film que presentaba a un enorme escualo como una bestia hambrienta de carne humana, provocó que varios directores buscaran explotar el interés del público de la época por la amenaza que representaban ciertos animales salvajes. William Girdler sería uno de los tantos realizadores que optaron por convertir determinados escenarios naturales en verdaderas trampas mortales, habitadas por bestias hastiadas del constante abuso del hombre. Dentro de este contexto, Girdler rodó dos filmes con los cuales pensaba igualar el éxito obtenido por la cinta de Spielberg: “Grizzly” (1976) y “Day of the Animals” (1977).

El guion escrito por Harvey Flaxman y David Sheldon, si bien es una copia desvergonzada y absolutamente consciente de la historia relatada en el film de Spielberg, tiene un curioso origen autobiográfico. La idea que le daría vida al guion surgiría luego de que Flaxman y su familia, fuesen atacados por un agresivo oso grizzly durante un día de campo. Considerando la creciente sed del público por los animales salvajes, Sheldon rápidamente convenció a su colega de utilizar su anécdota para escribir una historia que gozara de cierto atractivo comercial. Dicha historia llegaría a manos de William Girdler, quien encantado con el guion, se ofreció a buscar el financiamiento necesario para rodarlo, con la única condición que le permitieran dirigir la cinta. Cuando Sheldon y Flaxman accedieron a la petición de Girdler, este último consiguió que el infame productor Edward Montoro financiara el film, hecho que eventualmente lamentaría. Y es que con tan solo 750.000 dólares de presupuesto, “Grizzly” logró recaudar alrededor de 30 millones de dólares, encumbrándose como una de las producciones más exitosas de 1976. Lamentablemente para gran parte de los involucrados en el film, Montoro decidió no compartir las ganancias obtenidas, lo que terminó arrastrando a Girdler a la ruina.


La historia de “Grizzly” básicamente gira en torno a un enorme oso que comienza a sembrar el terror en un parque forestal, y a los esfuerzos que debe realizar un improvisado trío de expertos para detenerlo. Luego de un par de violentos asesinatos perpetuados por el grizzly, un guardabosques llamado Michael Kelly (Christopher George), un piloto de helicópteros llamado Don Stober (Andrew Pine),  y un naturalista experto en osos llamado Arthur Scott (Richard Jaeckel), se ven obligados a trabajar en conjunto para idear un plan que les permita capturar a la bestia viva o muerta. De manera similar a lo que ocurre en “Jaws”, ninguno de los protagonistas está verdaderamente capacitado para enfrentarse a una amenaza de estas características, por lo que inevitablemente varios de sus planes terminan fracasando, lo que le permite al oso continuar con su imparable carnicería al interior del parque. En gran medida, el verdadero responsable de las muertes es la arrogancia que exhibe gran parte de los personajes del film. Por un lado está el supervisor del parque, quien pese a estar consciente de la existencia del oso, de todas formas decide mantener abierto el recinto para que continúe ingresando público. Michael Kelly por su parte, es igualmente culpable por no presionar a su superior para que cierre el parque, motivado principalmente por propia incapacidad para reconocer que el desafío que se le presentó es demasiado grande para superarlo de manera individual. Incluso el carismático Arthur Scott (Richard Jaeckel) no puede evitar dejarse llevar por su propia arrogancia cuando subestima la ferocidad del oso, lo que eventualmente le costará bastante caro.

Pese a sus limitaciones como director, William Girdler hace un correcto trabajo a la hora de capturar el horror propio de la situación en la que se ven inmersos los protagonistas y los visitantes del parque, ya sea mediante el interesante juego de cámaras que realiza, o a través de la inclusión de una serie de macabros asesinatos que resultan ser bastante gráficos. La mayoría de las secuencias que preceden a las escenas de violencia, en las que el grizzly despedaza sin mayor esfuerzo a sus víctimas, están filmadas mediante el uso de la cámara subjetiva, representando el punto de vista del oso, lo que termina teniendo una doble funcionalidad; por un lado le otorga un cierto halo de omnipresencia al brutal animal, y al mismo tiempo contribuye a establecer la noción de que se trata de una bestia de dimensiones gigantescas, cuyo poder destructivo difícilmente podría ser igualado por un ser humano. 


En el ámbito de las actuaciones, Richard Jaeckel es el único capaz de lograr que su personaje sea medianamente creíble, ya que la cinta está plagada de diálogos mediocres y situaciones que poseen un tono cómico absolutamente involuntario. Son varias las secuencias de violencia que se ven teñidas por elementos que rayan en lo caricaturesco, como por ejemplo aquella que comprende la confrontación final entre el oso y los protagonistas, ya que la solución que proponen para detener al animal es absolutamente desproporcionada. Por otro lado, en relación al aspecto técnico de la producción, esta cuenta con la cuestionable banda sonora del compositor Robert O. Ragland, con el discreto trabajo de fotografía de William L. Asman, y con los modestos pero atractivos efectos especiales de Phil Cory. Cabe mencionar que para darle vida al imponente oso grizzly, Girdler utilizó a un oso llamado Teddy, el cual en ese entonces era el oso grizzly en cautiverio más grande del mundo. Si bien el animal estaba entrenado, de todas formas el equipo de filmación tomó ciertas precauciones, como por ejemplo la instalación de un cable electrificado que recorría toda el área del bosque utilizada en el rodaje del film. Al mismo tiempo, para evitar cualquier tipo de accidentes, el director utilizó un oso mecánico en las escenas en las cuales la bestia atacaba a sus víctimas.

A diferencia de un gran número de cintas enmarcadas dentro del subgénero del horror natural, “Grizzly” no presenta a una bestia mutada por la radiación, ni a un monstruo diseñado tecnológicamente, ni tampoco a un enviado de la naturaleza que busca vengarse del incesante abuso del hombre. En vez de eso, la cinta presenta a un oso hambriento e implacable, que sigilosamente se acerca a sus víctimas para luego destrozarlas sin contemplación. Aun cuando la historia es increíblemente sencilla, William Girdler logra que el film se presente como un producto atractivo, el cual resulta entretenido pese a todas sus falencias técnicas, narrativas e interpretativas. “Grizzly” está lejos de ser una película memorable, pero sin lugar a dudas es un buen ejemplo del ciclo de producciones de horror natural que inundaron las salas de cine durante la década del setenta. Quizás por este motivo, en 1983 se filmó una secuela titulada “Grizzly II: The Concert”. Sin embargo, dicha secuela nunca sería oficialmente estrenada. Filmada en su totalidad en Hungría, por diversos problemas financieros la cinta se terminó perdiendo en los archivos de la productora Cannon Films, hasta que en el año 2007 finalmente fue lanzada en diversos sitios de internet.

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