En 1957 el productor suizo Lazar Wechsler le encargĆ³ al pintor y escritor Friedrich DĆ¼rrenmatt, que escribiese un guion con la condiciĆ³n que funcionara como una obra pedagĆ³gica sobre el tema de los delitos sexuales en contra de los niƱos. Esto respondĆ­a al pĆ”nico generado por el aumento de delitos sexuales ocurrido durante la dĆ©cada del cincuenta en varios paĆ­ses de Europa. Dicho guion eventualmente caerĆ­a en las manos del realizador hĆŗngaro Ladislao Vajda, quien junto a Hans Jacoby y el mismĆ­simo DĆ¼rrenmatt, terminarĆ­an desarrollando el guion definitivo de lo que se convertirĆ­a en “El Cebo” (1958). Vajda, quien comenzĆ³ su carrera como guionista de pelĆ­culas mudas en el cine austriaco y alemĆ”n, para posteriormente trabajar como editor para directores como Billy Wilder o Henry Koster, durante la dĆ©cada del cuarenta se asentarĆ­a en EspaƱa, paĆ­s donde rodarĆ­a sus cintas mĆ”s aclamadas. Aun cuando “El Cebo”, coproducciĆ³n suiza/alemana/espaƱola, es habitualmente considerada como una obra perteneciente al cine espaƱol, segĆŗn el crĆ­tico de cine espaƱol Francisco LlinĆ”s, “la presencia espaƱola no es en modo alguno determinante”. De hecho, solo se utilizaron fondos espaƱoles para pagar los salarios de Vajda, Enrique Guerner (director de fotografĆ­a) y la actriz MarĆ­a Rosa Salgado, y durante muchos aƱos censores y crĆ­ticos optaron por tildarla como una cinta extranjera debido a lo delicado de su tema central.
En “El Cebo”, cinta que presenta un tono similar a la obra de Fritz Lang, “M, el Vampiro de DĆ¼sseldorf” (1931), luego de que un vendedor ambulante (Michel Simon) descubre el cadĆ”ver de una niƱa en el bosque, decide informarle su hallazgo a la policĆ­a, sin imaginarse que terminarĆ” convirtiĆ©ndose en el principal sospechoso del crimen. Angustiado por la presiĆ³n a la que estĆ” siendo sometido por la policĆ­a, el vendedor acaba confesando para poco despuĆ©s ahorcarse en su celda. Sin embargo, el veterano comisario MatthƤi (Heinz RĆ¼hmann) no estĆ” convencido de su culpabilidad, por lo que decide iniciar una investigaciĆ³n por su propia cuenta. Tras identificar que varios crĆ­menes similares han ocurrido en la Suiza rural, MatthƤi deduce que el prĆ³ximo crimen puede presentarse en un pequeƱo cantĆ³n al que decide mudarse. En dicho lugar conoce a la seƱora Heller (MarĆ­a Rosa Salgado) y a su pequeƱa hija Anne Marie (Anita von Ow), quien presenta un notable parecido con la niƱa muerta. Es entonces cuando el comisario decide utilizar a la pequeƱa como cebo para el asesino, sin pensar demasiado en las posibles consecuencias de su arriesgada maniobra.
Uno de los aspectos mĆ”s interesantes del film, es la forma en como este explora el tema de la pĆ©rdida de la inocencia, y la influencia nefasta que tiene el mundo de los adultos en la mentalidad infantil. Esto lo logra mediante la simbiosis entre el horror criminal y el ingenuo e imaginativo mundo infantil, lo que le permite a Vajda configurar una siniestra fĆ”bula que funciona como un estudio superficial del comportamiento psicopĆ”tico de los pederastas. El dibujo realizado por la niƱa asesinada, que funciona como base de la investigaciĆ³n liderada por MatthƤi, es el mejor ejemplo de aquello, ya que los torpes trazos realizados por la pequeƱa, que no son otra cosa mĆ”s que la representaciĆ³n grĆ”fica de su propia imaginaciĆ³n e inocencia, resultan claves a la hora de diseccionar la perturbada psiquis de un hombre que engaƱa a menores de edad con trufas de chocolate y juegos de magia, antes de acabar con sus vidas. Con respecto a esto, resulta curiosa la descripciĆ³n del asesino que realiza el psiquiatra que estudia el dibujo de la niƱa. SegĆŗn Ć©l, el criminal es un hombre con cĆ©lulas degeneradas, lo que responde a un discurso que habĆ­a estado en boga durante la dĆ©cada del treinta, el cual asociaba a los psicĆ³patas sexuales con un proceso de degeneraciĆ³n celular, teorĆ­a que evidentemente hoy en dĆ­a suena bastante ridĆ­cula.
Hasta cierto punto, “El Cebo” bien podrĆ­a ser considerado como un oscuro cuento de hadas, pues cuenta con algunos de sus elementos caracterĆ­sticos: el escenario donde se desarrolla la trama es un bosque; los sueƱos y las fantasĆ­as infantiles; y la presencia de un ser malvado parecido a un ogro, idea que se ve reforzada por la apariencia fĆ­sica del actor Gert Frƶbe. Que el film estuviese configurado de esta forma, responde a la intenciĆ³n aleccionadora que le dio vida al proyecto, ya que buscaba mostrarle al pĆŗblico infantil los peligros presentes en el mundo real, pero de la manera mĆ”s “amigable” posible. Lo que no calza dentro de la composiciĆ³n narrativa de los cuentos de hadas, es la personalidad del hĆ©roe de turno. Vajda propone un protagonista cuyas decisiones estĆ”n alejadas emocional y empĆ”ticamente de la sensibilidad del espectador, colocĆ”ndolo por momentos al mismo nivel que el asesino. La estrategia utilizada por MatthƤi para capturar al manĆ­aco lo lleva a adoptar una tĆ”ctica similar a la suya: cambiarĆ” su personalidad por otra, acecharĆ” a una niƱa de apariencia similar a aquellas que han sido asesinadas previamente, y le tenderĆ” una trampa a su antagonista utilizando una carnada humana. Es tal la simetrĆ­a entre MatthƤi y Schrott, que el comisionado en numerosas ocasiones es retratado como si se tratase del villano, como por ejemplo cuando se estĆ” ganando la confianza de los niƱos en la escuela, o cuando vigila a un grupo de pequeƱos en un parque, e incluso cuando trata de entablar una conversaciĆ³n con Anne Marie.


Heinz RĆ¼hmann realiza un estupendo trabajo interpretando al comisionado MatthƤi, marcando los matices de un personaje cuya obsesiĆ³n le impide ver las consecuencias de sus actos, situaciĆ³n que cambia durante el clĆ­max del film, donde se convierte en un defensor de la inocencia infantil y en una figura paterna para la pequeƱa Anne Marie. Gert Frƶbe por su parte, es igualmente convincente como el perturbado Schrott, un hombre pusilĆ”nime, nervioso, y de voz aflautada, que vive con una mujer autoritaria que lo somete a diario, lo que no impide que a sus espaldas cometa crĆ­menes atroces. En cuanto al aspecto tĆ©cnico de la producciĆ³n, esta se ve enriquecida por el magnĆ­fico trabajo de fotografĆ­a de Enrique Guerner, responsable en gran medida de que determinados escenarios parezcan haber sido sacados directamente de un cuento de hadas, gracias a que conforma una estĆ©tica de tintes expresionistas. Por Ćŗltimo cabe destacar la banda sonora compuesta por Bruno Canfora, la cual resulta ser sumamente efectiva a la hora de controlar los niveles de tensiĆ³n de determinas escenas.
Para el escritor e historiador del cine espaƱol Santos Zunzunegui, “El Cebo” pertenece a la denominada “trilogĆ­a inconfesa” del director Ladislao Vajda junto a “Marcelino, Pan y Vino” (1955) y “Mi TĆ­o Jacinto” (1956), ya que todas las producciones mencionadas exploran el tema de la asunciĆ³n de la paternidad. Aunque hubiese sido fĆ”cil caer en el sensacionalismo y el efectismo a la hora de tratar un tema como la pederastia, el realizador hĆŗngaro se sumerge en una trama de gĆ©nero negro con un tacto impecable, cuidando el ritmo narrativo, la estĆ©tica, las motivaciones de los personajes, y la conformaciĆ³n de una fĆ”bula que en sus Ćŗltimos minutos plantea que la inocencia de los niƱos debe ser resguardada cueste lo que cueste. Al poco tiempo de estrenado el film, Friedrich DĆ¼rrenmatt publicarĆ­a una novela con el tĆ­tulo “La Promesa”, la cual partĆ­a de la obra cinematogrĆ”fica y cuyo final era bastante mĆ”s oscuro. Varios aƱos mĆ”s tarde dicha novela serĆ­a adaptada por Sean Penn (The Pledge, 2001), quien escogerĆ­a a Jack Nicholson como el protagonista de una historia que a diferencia de “El Cebo”, no busca entregarle todas las piezas del rompecabezas al espectador.

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