Cinco personas visitan un espectáculo de feria dirigido por el
misterioso Doctor Diabolo (Burguess Meredith), quien tras una pequeña
presentación, les promete una experiencia realmente escalofriante si están
dispuestos a pagar un dinero extra. Arrastrados por su curiosidad, los
integrantes del pequeño grupo deciden seguirlo a una habitación, donde se les otorga la oportunidad de ver su destino a través de las tijeras de una deidad llamada Atropos (Clytie
Jessop).
Después del increíble éxito obtenido por el
film de antologías “Dr. Terror´s House of Horrors” (1965), del director Freddie
Francis, los mandamases de la modesta productora británica Amicus Productions,
Max J. Rosenberg y Milton Subotsky, se lanzaron a la tarea de gestar un proyecto
de similares características que pudiese repetir lo hecho por dicha producción. Mientras tanto, la Amicus produjo una serie de cintas de narrativa
convencional, entre la que se destacó el film de horror gótico “The Skull” (1965),
el cual estaba basado en una historia corta escrita por Robert Bloch, quien
eventualmente sería seleccionado como el encargado de desarrollar el guion del
proyecto que se transformaría en “Torture Garden” (1967). Debido a que “Dr. Terror´s
House of Horrors” fue ampliamente criticada por la gran cantidad de clichés
existentes en el guion escrito por Subotsky, y por lo predecibles que
resultaban ser los relatos, en esta oportunidad el productor le entregó total
libertad a Bloch para adaptar sus propias historias, las cuales si bien no han
envejecido de la mejor manera, gozan de cierta originalidad y altas dosis de locura
que permiten que sus desenlaces al menos sean interesantes.
En la primera historia titulada “Enoch”, un
joven llamado Colin Williams (Michael Bryant) se muestra determinado a
averiguar el secreto que esconde la fortuna de su frágil tío Roger (Maurice
Denham). Lamentablemente, los pequeños toques de suspenso que presenta este
segmento, se ven desintegrados cuando se revela que una bruja solía vivir en la
vieja casona del tío Roger. Será el único familiar vivo de esa bruja, un gato
llamado Baltazar, quien se encarga de convencer a Colin de seguir sus
siniestras instrucciones, con la promesa de que le revelará el secreto de su
tío. Si bien este segmento está fuertemente influenciado por “El Gato Negro”,
relato escrito por Edgar Allan Poe, en esta oportunidad el animal se presenta
como una suerte de alter ego del protagonista, quien lo obliga a realizar actos
que conscientemente no llevaría a cabo. Aun cuando la historia presenta una
bien lograda atmósfera gótica y se desarrolla en un escenario escalofriante, “Enoch”
termina siendo un segmento más bien olvidable, cuya premisa no termina de
convencer a raíz de sus clichés y las poco acertadas decisiones de su
protagonista.
En el segundo segmento titulado “Terror Over
Hollywood”, Carla Hayes (Beverly Adams), es una joven aspirante a actriz que
desea escalar hasta lo más alto del circuito hollywoodense. Para lograr su
objetivo, Carla buscará ganarse el afecto de un veterano actor llamado Bruce
Benton (Robert Hutton), quien pertenece a un selecto grupo de artistas que
parece haber descubierto un método para conservar su juventud eternamente. El
gran pecado de “Terror Over Hollywood”, es que se trata de una historia repleta
de buenas ideas mal ejecutadas. Aun cuando resulta interesante el comentario
subversivo que Bloch realiza acerca la naturaleza del estrellato, y sobre como
Hollywood está habitado por un gran número de personajes totalmente autómatas
que son manejados por los grandes estudios, finalmente las mediocres
actuaciones de la dupla protagónica y la poco inspirada puesta en escena,
terminan por sepultar el interés del espectador en el que quizás es el relato
más mediocre de todo el ciclo de antologías de la Amicus.
La tercera historia, “Mr. Steinway”, es probablemente
una de las más recordadas y criticadas del film, ya cuenta con la delirante
presencia de un piano homicida. La protagonista, Dorothy Endicott (Barbara
Ewing), entabla una relación amorosa con el famoso concertista de piano Leo
Winston (John Standing), cuyas habilidades artísticas se ven afectadas tras la
llegada de la hermosa y egoísta joven a su vida. A raíz de esto, el espíritu de
la difunta madre del músico se apodera de su piano, con el objetivo de asesinar
a la absorbente Dorothy. Aun cuando Freddie Francis logra dotar a un objeto
inerte de sentimientos y emociones, y Bloch establece algunos paralelismos
interesantes entre las relaciones amorosas y el vampirismo, al sugerir que el
egoísmo de Dorothy es responsable de la pérdida de la sensibilidad artística de
su novio, a medida que avanza el relato este no puede evitar caer en la
caricatura, convirtiéndose en un placer culpable que en varias ocasiones ha
sido catalogado por la crítica como una parodia de la novela “Psycho”, cuya autoría
también le pertenece a Bloch.
La última historia, “The Man Who Collected
Poe”, es por lejos la mejor de todo el film, al punto que es recordada como una
de las mejores historias de todo el ciclo de antologías de la Amicus. El
protagonista de este relato es Ronald Wyatt (Jack Palance), un fanático de la
obra de Edgar Allan Poe, que tiene la oportunidad de conocer a Lancelot Canning
(Peter Cushing), el mayor coleccionista del mundo de antigüedades
pertenecientes al escritor. Con la intención de obtener las piezas más
preciadas de la colección de Canning, Wyatt se propone descubrir el secreto que
esconde el coleccionista, sin imaginarse que las consecuencias de sus actos
pueden ser fatales. Uno de los puntos altos del segmento es sin duda la
actuación de la dupla protagónica, quienes interpretan a la perfección a dos
coleccionistas obsesivos, capaces de cualquier cosa con tal de obtener aquello
que desean. Por otro lado, Francis realiza un estupendo trabajo explorando la
desesperación que en ocasiones domina a los aficionados al coleccionismo, todo
esto a través de un relato dominado por el suspenso y el humor negro, que es
coronado por una marcada estética gótica.
“Torture Garden” presenta el mismo problema
existente en prácticamente todas las cintas de antologías, y es que no todos
los segmentos comparten el mismo nivel narrativo y técnico, lo que impide que
este tipo de productos se conviertan en obras del todo redondas. En esta
oportunidad, tampoco ayuda que el film gaste una buena cantidad de minutos
tratando de dilucidar si el siniestro Doctor Diabolo es un estafador o de
verdad posee un lado malévolo, ya que la mística potencial que presenta el
personaje, es destruida por el descuidado diseño de producción del parque de
atracciones en el cual trabaja. Por lo que si destaca la cinta, es por su atractivo
visual, responsabilidad del trabajo en conjunto de Francis con el director de
fotografía Norman Warwick, el cual es complementado por la sólida pero
olvidable banda sonora de los compositores Don Banks y James Bernard. Aun
cuando hoy es recordado como un traspié en términos creativos por parte de la
Amicus, “Torture Garden” resultó ser lo suficientemente exitosa en términos comerciales
como para convencer a Rosenberg y Subotsky de continuar rodando películas con
este tipo de formato.
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