El sol brilla sobre un verde campo donde se
celebra un partido de cricket. Se trata de la competición anual entre los
habitantes de un pequeño pueblo inglés y el personal del hospital psiquiátrico
de la zona. En la tienda donde se ha montado el panel con el marcador, se
encuentran dos individuos: un paciente del recinto llamado Charles Crossley
(Alan Bates), y Robert Graves (Tim Curry), un invitado del doctor a cargo del
hospital. Mientras ven el partido, Crossley relata una espeluznante historia
sobre cómo sus supuestos poderes sobrenaturales le permiten asesinar a quien él
desee, utilizando un grito aprendido de los aborígenes australianos. Pese a que
Graves se toma la historia como la mera fantasía de un enfermo psiquiátrico,
durante el transcurso del partido ocurre algo que le hace cuestionarse su
propia salud mental.
Luego de trabajar varios años junto a directores
tales como Andrzej Wajda y Roman Polanski, el realizador y guionista polaco
Jerzy Skolimowski, intentó cimentar su carrera como director tanto al interior
de su Polonia natal, como también en el difícil mercado extranjero. Tras el
fracaso comercial de la comedia “King, Queen, Knave” (1972), la cual estaba
protagonizada por David Niven y Gina Lollobrigida, Skolimowski se tomó un
receso de seis años antes de estrenar el film de horror “The
Shout” (1978), con el
cual esperaba reencantar al público internacional que en algún momento le dio
la espalda. El guion de dicha producción fue escrito por el mismo Skolimowski
en compañía de Michael Austin, y estaba basado en la historia corta del mismo
nombre del escritor Robert Graves, quien es mayormente conocido por ser el
autor de la novela “Yo, Claudio”. Una vez terminado el guion, el director se lo
presentó a los ejecutivos de la productora inglesa Rank Organisation, quienes
aceptaron financiar el proyecto con la condición de que este fuese rodado en
Inglaterra, y que contara con la participación de un elenco compuesto en su
mayoría por consagrados actores británicos. “The Shout” al igual que el
celebrado film de Nicolas Roeg, “Don´t Look Now” (1973), se caracteriza por ser
una cinta ambigua e inteligente, la cual tiende a enfatizar el escenario donde
transcurre la historia, el cual en este caso, es una tranquila villa ubicada al norte de Devon.
La historia de “The Shout”, se desarrolla en una pequeña cabaña que se encuentra ubicada en una localidad dominada por la presencia de diversas montañas y dunas de arena, en la cual residen un músico experimental llamado Anthony Fielding (John Hurt), y su esposa Rachel (Susannah York). Cierto día, al hogar de los Fielding llega un misterioso vagabundo llamado Charles Crossley, quien en un abrir y cerrar de ojos, comienza a dominar a la pareja mediante la utilización de poderes sobrenaturales y peligrosos juegos psicológicos, los cuales supuestamente adquirió mientras vivía con una tribu de aborígenes australianos. Fue precisamente durante sus años en Australia, que el hombre dice haber aprendido un particular grito, el cual le permite asesinar a cualquiera que tenga la mala fortuna de escucharlo. Curiosamente, quien relata los pormenores de la relación que se establece entre la pareja y el vagabundo, es el mismo Crossley, quien en la actualidad se encuentra internado en un asilo psiquiátrico. Utilizando una narrativa absolutamente oblicua, Crossley le relata su historia junto a los Fielding a un personaje arbitrario, mientras ambos observan atentamente un partido de cricket que se está llevando a cabo en la institución en la que ahora reside este particular personaje.
La historia de “The Shout”, se desarrolla en una pequeña cabaña que se encuentra ubicada en una localidad dominada por la presencia de diversas montañas y dunas de arena, en la cual residen un músico experimental llamado Anthony Fielding (John Hurt), y su esposa Rachel (Susannah York). Cierto día, al hogar de los Fielding llega un misterioso vagabundo llamado Charles Crossley, quien en un abrir y cerrar de ojos, comienza a dominar a la pareja mediante la utilización de poderes sobrenaturales y peligrosos juegos psicológicos, los cuales supuestamente adquirió mientras vivía con una tribu de aborígenes australianos. Fue precisamente durante sus años en Australia, que el hombre dice haber aprendido un particular grito, el cual le permite asesinar a cualquiera que tenga la mala fortuna de escucharlo. Curiosamente, quien relata los pormenores de la relación que se establece entre la pareja y el vagabundo, es el mismo Crossley, quien en la actualidad se encuentra internado en un asilo psiquiátrico. Utilizando una narrativa absolutamente oblicua, Crossley le relata su historia junto a los Fielding a un personaje arbitrario, mientras ambos observan atentamente un partido de cricket que se está llevando a cabo en la institución en la que ahora reside este particular personaje.
Una vez que comienza a relatar la historia, Crossley
de inmediato le clarifica tanto a la persona que lo escucha como al espectador
lo siguiente: “Cada palabra de lo que voy a contarte es verdad. Sin embargo,
voy a contarlo de una manera diferente. Siempre es la misma historia, pero yo
cambio un poco la secuencia de eventos y el clímax porque me gusta mantenerla
viva”. Skolimowski materializa el inestable mundo construido por Crossley
mediante una sucesión de fragmentos visuales, que en ocasiones poco tienen que
ver con la historia de fondo. Cuando el personaje interpretado por Alan Bates
comienza a conversar con su interlocutor, el director intercala sus palabras
con diversas imágenes del campo de juego, algunas de las cuales son tan breves
que prácticamente resultan ser abstractas. Más tarde, cuando Anthony es
introducido al relato, es posible apreciar una serie de secuencias que tienen
estricta relación con el proceso de creación experimental que este lleva a cabo al interior
de su hogar, cuyo objetivo consiste en grabar diversos acontecimientos
sónicos, tales como el zumbido de una abeja al interior de un frasco de vidrio,
el golpeteo de un metrónomo, y el timbre de un despertador, entre otros. Al
provenir de una fuente completamente críptica, la historia de “The Shout” está
sometida a la perspectiva distorsionada de un hombre a lo menos extraño, lo que
evidentemente pone en tela de juicio la veracidad del curioso y colorido relato
de Crossley.
En cuanto a las actuaciones, la totalidad del elenco realiza un trabajo estupendo. Mientras que Alan Bates interpreta de manera magnífica a un hombre misterioso y claramente trastornado, que es capaz de controlar por completo a todos aquellos quienes lo rodean, John Hurt personifica estupendamente a un hombre consumido por la rutina, quien está dispuesto a sumergirse en un espiral de locura y violencia con tal de llegar al fondo de su particular búsqueda espiritual. Por último, cabe destacar a Susannah York, quien logra con éxito interpretar a una ama de casa aburrida que ve su vida revolucionada con la llegada de Crossley, siendo seducida por este mediante el supuesto uso de magia negra. Por otro lado, en relación al aspecto técnico de la producción, esta no solo cuenta con el maravilloso trabajo de fotografía de Mike Molloy, sino que también con la atmosférica banda sonora de tintes avant-garde, de los compositores Tony Banks y Mike Rutherford, quienes son más conocidos por ser dos de los miembros de la mítica banda británica Genesis. “The Shout” sería exhibida en el Festival de Cannes, donde sería aclamada por la crítica y recibiría el premio del jurado. Lamentablemente, esto no ayudó demasiado a que el film fuese ampliamente distribuido a nivel internacional, por lo que solo fue exhibido brevemente en ciertos circuitos norteamericanos ligados al cine arte.
En cuanto a Anthony y Rachel York, ellos básicamente son una apacible y modesta
pareja que disfruta de la paz reinante en la campiña inglesa. Debido a que su
existencia es en gran medida rutinaria y carente de pasión, Crossley
rápidamente se convierte en una fuerza activa que los remece y le da forma a su
estilo de vida y a su relación. Por otro lado, pese a la ansiedad que despierta
en Anthony la invasiva y repentina llegada de Crossley, él no puede evitar
sentir cierto grado de envidia por la pureza mística de su extraño invitado.
Después de todo, Anthony es un hombre que desea adquirir un mayor conocimiento
del mundo que lo rodea y de sí mismo, a través de la experimentación con el
sonido. Bajo este prisma, el grito gutural que Crossley ha perfeccionado con el
transcurso de los años, representa un sonido tan lúcido y auténtico, que pone
en vergüenza a la zigzagueante búsqueda espiritual de Anthony. Una vez que
Skolimowski materializa el grito aborigen de Crossley en la pantalla, el film
se disuelve en un puñado de subtramas e imágenes que luchan por conservar
cierto grado de coherencia. Al mismo tiempo, la motivación que se esconde tras
el deseo de Crossley de destruir las vidas de los Fielding, resulta ser tan
críptica como su propio accionar. Como si la historia no fuese lo
suficientemente extraña, durante su último tramo se fusionan acertijos,
fragmentos espirituales, hechizos y objetos de significado místico, dando lugar
a un final tan aterrador como desorientador.
En cuanto a las actuaciones, la totalidad del elenco realiza un trabajo estupendo. Mientras que Alan Bates interpreta de manera magnífica a un hombre misterioso y claramente trastornado, que es capaz de controlar por completo a todos aquellos quienes lo rodean, John Hurt personifica estupendamente a un hombre consumido por la rutina, quien está dispuesto a sumergirse en un espiral de locura y violencia con tal de llegar al fondo de su particular búsqueda espiritual. Por último, cabe destacar a Susannah York, quien logra con éxito interpretar a una ama de casa aburrida que ve su vida revolucionada con la llegada de Crossley, siendo seducida por este mediante el supuesto uso de magia negra. Por otro lado, en relación al aspecto técnico de la producción, esta no solo cuenta con el maravilloso trabajo de fotografía de Mike Molloy, sino que también con la atmosférica banda sonora de tintes avant-garde, de los compositores Tony Banks y Mike Rutherford, quienes son más conocidos por ser dos de los miembros de la mítica banda británica Genesis. “The Shout” sería exhibida en el Festival de Cannes, donde sería aclamada por la crítica y recibiría el premio del jurado. Lamentablemente, esto no ayudó demasiado a que el film fuese ampliamente distribuido a nivel internacional, por lo que solo fue exhibido brevemente en ciertos circuitos norteamericanos ligados al cine arte.
Básicamente, “The Shout” es un escalofriante film de terror que presenta una historia que se va construyendo de forma pausada, la cual a través de
diferentes simbolismos, habla de cómo la vida y el arte pueden ser fácilmente
manipulados y distorsionados por el hombre y sus constantes cambios de
pensamiento. Irónicamente, ni Crossley ni Anthony logran llegar al fondo de sus
respectivas búsquedas espirituales, lo que provoca que ambos se decanten por la
violencia y el caos, lo que eventualmente los termina sumiendo en la más
profunda oscuridad. De hecho, aún cuando Crossley logra controlar por completo
la rutinaria vida de Anthony y Rachel, eventualmente termina consumido por su
propia paranoia. En el caso de Anthony, si bien logra descifrar algunos de los
misterios de la vida a través de su experimentación sónica, no puede evitar
alejarse cada vez más del mundo del real a medida de que se sumerge más
profundamente en sus propios cuestionamientos existenciales. En definitiva,
“The Shout” puede ser definida como un delirante y ambiguo collage de
impresiones y eventos abstractos, cuyo desenlace está abierto a la libre
interpretación del espectador, quien no podrá evitar sentirse intrigado por
esta peculiar historia de tintes siniestros e implicaciones filosóficas.
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