Cuando al pequeño pueblo norteamericano de Black Rock llega inesperadamente un hombre misterioso, todos sus habitantes se muestran sorprendidos ya que es la primera persona que visita la localidad en cuatro años. John J. Macreedy (Spencer Tracy) es un hombre manco y de avanzada edad, que no tarda en ser visto con cierto recelo por los pueblerinos debido a que desconocen cuáles son los motivos de su llegada. Empujados por el temor a que se descubra el oscuro secreto que ocultan, los locales harán todo lo posible por ahuyentar al extraño, quien no parece tener ninguna intención de abandonar Black Rock hasta cumplir con la misteriosa misión que tiene entre manos.

El caso de “Bad Day At Black Rock” (1955) es bastante particular, ya que la cinta fue realizada en un periodo donde existía una gran agitación política y profesional en Hollywood. En 1951, Dore Schary reemplazó a Louis B. Mayer como encargado de los estudios MGM. Schary, un hombre de ideas políticas liberales, comenzó a producir películas que reflejaban sus creencias e ideales, pese a que Hollywood se encontraba bajo la mira del Senador republicano Joseph McCarthy y su famosa lista negra (en la cual se encontraban todos aquellos profesionales de la industria ligados de alguna forma al comunismo), la cual se sabía que era capaz de destruir carreras. El guion de la cinta, la cual puede ser considerada como un western moderno, le gustó tanto a Schary que este terminó ocupando el puesto de productor, el cual originalmente le pertenecía a Charles Schnee. Al mismo tiempo, Richard Brooks, quien no tenía problemas en dirigir películas poseedoras de un mensaje potencialmente controversial, fue seleccionado inicialmente como director. Una vez que el proyecto comenzó a tomar forma, Schary se lanzó a la búsqueda de un reconocido actor que pudiera interpretar a John Macreedy, un veterano de la Segunda Guerra Mundial que llega sin previo aviso a un pequeño olvidado en medio del desierto del Oeste de los Estados Unidos, para cumplir una tarea que desconocen tanto el resto de los personajes como el propio espectador.

Así fue como Schary decidió contratar a Spencer Tracy, quien inicialmente se mostró algo reacio a participar en la cinta. Solo una vez que el actor leyó el guion escrito por Millard Kaufman, y de que Schary le contara que Alan Ladd estaba interesado en el papel (lo que era mentira), Tracy accedió a protagonizar la película. Ya con el actor a bordo del proyecto, y a sabiendas de la calidad interpretativa del mismo, Kaufman optó por otorgarle una discapacidad al protagonista, con el objetivo de profundizar el mensaje que este pretende entregarle al espectador, y de paso presentarle un reto mayor a Tracy. Al mismo tiempo, para mantener contento al veterano actor, Schary reemplazó a Brooks con John Sturges, director que ya había trabajado anteriormente con Tracy en el film, “The People Against O´Hara” (1951). Sturges terminaría aportando con su talento innato para el suspenso y el drama, así como también con su particular habilidad para coreografiar escenas de acción, y su sabiduría al momento de seleccionar a los elencos con los cuales trabajaba. Es básicamente por esto último que la cinta pudo contar con la participación de actores de la talla de Lee Marvin, Ernest Borgnine, Robert Ryan, y Anne Francis, entre otros.


Reafirmando la noción de que la cinta es básicamente un western moderno, la historia está ambientada en un pueblo olvidado en el tiempo, el cual está habitado por personajes típicos del género, como por ejemplo un sheriff (Dean Jagger), el conserje de un hotel (John Ericson), el dueño de un bar, y el encargado de una funeraria (Walter Brennan), entre otros. Junto con esto, el film comienza con la llegada de un extraño a un pequeño pueblo, cuyos habitantes no hacen más que mirarlo con recelo, situación que dicho sea de paso es bastante habitual en los westerns clásicos. Si bien la actitud de los pueblerinos se debe en gran medida al oscuro secreto que esconden, con el cual han debido lidiar durante años y que inevitablemente los ha sumido en una eterna melancolía, su reacción también responde al miedo a lo desconocido. El extraño por su parte, es un tipo duro el cual está rodeado de un halo de misterio, y cuya determinación lo lleva a meterse en algunos problemas que incluso ponen en riesgo su vida. Sería justo decir que el perfil del protagonista, sentaría las bases de algunos de los personajes más icónicos de lo que posteriormente sería conocido como Spaghetti Western, como por ejemplo el pistolero sin nombre interpretado por Clint Eastwood, en la llamada “trilogía del dólar” del director italiano Sergio Leone.

Durante la primera mitad de la película, el espectador es testigo del juego del gato y el ratón que se lleva a cabo entre los pueblerinos y Macreedy. Básicamente, esta dinámica se mantiene gracias a las dos interrogantes principales que presenta la historia: ¿Qué es lo que busca el extraño? y ¿Qué es lo que se esmeran tanto por ocultar los habitantes de Black Rock? Ya durante el segundo acto del film, que transcurre una vez que son reveladas las respuesta a ambas interrogantes, es posible ver a un Macreedy decidido a averiguar toda la verdad acerca de lo ocurrido en el pueblo, al mismo tiempo que intenta buscar aliados que lo ayuden a salir con vida del lugar. Resulta interesante que además de presentar elementos propios del western, la cinta también presenta algunas características propias del Cine Negro. Cabe recordar que en el Cine Negro norteamericano, se exponía como el ciudadano promedio lidiaba con los cambios sociales y económicos producidos por la Primera Guerra Mundial. En este caso en particular, Sturges y compañía retratan las consecuencias provocadas por la Segunda Guerra Mundial, en un pequeño pueblo que parece haber quedado suspendido en el tiempo. Así es como es posible ver a un grupo de pueblerinos corrompido por el odio a los extranjeros y por su propia cobardía, donde el único representante de la ley prefiere ahogar sus penas en el alcohol, y cuyo líder, Reno Smith (Robert Ryan), no es más que un criminal que hace las partes de juez y verdugo sin que nadie se oponga a sus retorcidos designios.


Como parte de su mensaje central, “Bad Day at Black Rock” realiza una fuerte crítica a la xenofobia, la cual es graficada en algunos de los diálogos del personaje de Robert Ryan, en los que se refiere a los japoneses residentes en los Estados Unidos como “perros rabiosos”, que en cualquier momento pueden tornarse en contra del país que los acogió. Esa errada noción del patriotismo, donde todo aquello que es foráneo es tratado como una amenaza que debe ser erradicada, lamentablemente sigue estando presente en la sociedad actual, aun pese a que han pasado 60 años del estreno de la cinta. Como era de esperarse, en su momento dicha crítica fue altamente controversial, debido a que solo habían pasado diez años desde que había terminado la Segunda Guerra Mundial, por lo que la herida provocada por el conflicto bélico aún estaba latente en la sociedad norteamericana. En ese sentido, la importancia del trasfondo psicológico del protagonista resulta ser un elemento clave del film. Y es que Macreedy retrata una dualidad muchas veces difícil de conciliar; aun cuando es un hombre que ha sufrido los horrores de la guerra en carne propia, lo que no solo le ha provocado cicatrices físicas sino que también emocionales, ha logrado conservar su nobleza y sus ideales intactos, por lo que le es imposible hacer diferencias entre las personas, sin importar su religión, género, raza o ideales políticos. A medida que transcurre el relato, se hace cada vez más evidente que su peligrosa travesía a Black Rock se convierte en la búsqueda de su función en una sociedad que desconoce, y que ahora lo trata como un extraño, tal y como sucede con las personan que migran a un país que no es el propio.

Fue tal el impacto que causó el protagonista, que Spencer Tracy recibió una nominación al Oscar por su participación en esta cinta. El resto del elenco también realiza un trabajo estupendo, en especial Robert Ryan que se presenta como el gran antagonista del film. En lo que respecta al aspecto técnico de la producción, esta cuenta con la maravillosa fotografía de William C. Mellor, y la correcta banda sonora del compositor André Pervin. Gracias al talento involucrado, “Bad Day at Black Rock” resulta ser una película sumamente entretenida, gracias a que se conjuga de manera perfecta el magnífico guion de Millard Kaufman, con el ritmo narrativo dinámico impuesto por el siempre confiable John Sturges. Hoy en día, este film es considerado como un verdadero clásico, principalmente por presentar un mensaje que ha probado ser atemporal, el cual llama al espectador a cumplir con su responsabilidad cívica, a conservar su integridad individual, que además sirve como advertencia de los peligros de la complacencia latente en los grupos de personas, y que critica con fuerza la discriminación de la que son víctimas cientos de miles de personas todos los días alrededor del globo.

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