San Te (Gordon Liu) es un estudiante idealista que ve con impotencia como los manchúes abusan de los habitantes de su pueblo. Tras involucrarse en una maniobra de sabotaje, su familia termina siendo asesinada mientras que él escapa muy malherido. Convertido en fugitivo, San Te decide refugiarse en el templo Shaolin cercano, donde es cobijado por los monjes. Tras permanecer un año al interior del templo, el joven convence a los monjes de iniciarlo en el arte del Kung Fu. Sin embargo, solo luego de superar las difíciles pruebas que componen las 35 cámaras de entrenamiento, San Te podrá ser capaz de salir al exterior para ayudar a la gente humilde a liberarse de la tiranía manchú.

Una de las tendencias cinematográficas más atractivas que golpeó las salas de cine de los Estados Unidos durante la década del setenta, fue el llamado cine de artes marciales, cuya entrada más recordada es “Enter the Dragon” (1973), cinta protagonizada por Bruce Lee. La gran mayoría de las decenas de producciones que se filmaron durante los setenta y principios de los ochenta, tanto en Norteamérica como en Hong Kong, se caracterizaban por poseer altas dosis de acción y vistosas coreografías de lucha, en las que habitualmente un determinado héroe se veía enfrentado a uno o más enemigos que bien podían ser peligrosos criminales, las fuerzas opresoras reinantes, o implacables asesinos que dominaban algún tipo de arte marcial, de los cuales ansiaba vengarse por diversos motivos. En el caso puntual de “The 36th Chamber of Shaolin” (1978), film realizado por la productora hongkonesa Shaw Brothers, responsable de la mayoría de los grandes clásicos del género, este llegó a las salas de cine estadounidenses bajo el nombre de “Master Killer”, y se ambienta durante el periodo que el ejército de la Dinastía Qing, también conocidos como manchúes, se encontraba gobernando China, época que se extendió desde el año 1644 hasta el 1912.

Si bien era habitual que este tipo de producciones incluyeran como parte de su trama el proceso de entrenamiento al que deben someterse sus protagonistas para llevar a cabo su misión, generalmente el viaje iniciático del joven aprendiz poseía un carácter secundario dentro de la historia. En ese sentido, “The 36th Chamber of Shaolin” se diferencia bastante de sus pares, ya que el duro entrenamiento al que debe someterse San Te conforma el núcleo narrativo de la cinta. Básicamente, el director Chia-Liang Liu toma el concepto del entrenamiento y lo convierte en una suerte de escala evolutiva tanto a nivel físico como espiritual. Será durante el segundo acto del relato, que el espectador es testigo de cómo el protagonista va adquiriendo una mayor habilidad en el terreno de las artes marciales, a medida que supera cada una de las cámaras/pruebas que supone su entrenamiento, al mismo tiempo que experimenta un crecimiento personal, influenciado mayormente por las doctrinas budistas dominantes en el templo Shaolin. Resulta importante señalar todo esto es plasmado por el director sin dejar de lado el sentido del espectáculo. Cada una de las cámaras que debe superar San Te es desafiante y visualmente atractiva, por lo que su exploración está lejos de ser un ejercicio tedioso.

Eventualmente, San Te no solo se convierte en un habilidoso practicante de Kung Fu, sino que incluso se da el tiempo de crear un nuevo tipo de arma llamada Sansetsukon, o vara de tres secciones (cuyo originen real no está del todo claro), gracias a la cual logra superar su última prueba. Cuando su maestro (Tung-Kua Ai) le ofrece la supervisión de una de las cámaras como recompensa por su esfuerzo, este se ve sorprendido por la inesperada respuesta de su avezado pupilo. Y es que el verdadero anhelo de San Te es crear una nueva cámara, en la cual él pueda enseñarle las bases del Kung Fu y la filosofía budista a la gente común y corriente, para que así ellos puedan defenderse de sus opresores. Disgustado por la idea compartir los conocimientos concentrados en el templo Shaolin con la comunidad civil, el Gran Maestro expulsa a San Te, empujándolo a vivir como mendigo de acuerdo con las leyes budistas. Decidido a cumplir la misión que se ha auto encomendado, una vez que el protagonista llega a su pueblo natal, no tarda en reunir a algunos miembros de la comunidad que exudan rebeldía pero que carecen de disciplina, para entrenarlos en secreto con el objetivo de que algún día puedan hacerle frente a las fuerzas del General Tien Ta (Lieh Lo).

Más allá del mensaje político y filosófico que se esconde en la trama, “The 36th Chamber of Shaolin” presenta una serie de escenas de acción bellamente coreografiadas por Chia-Liang Liu, quien gozaba de una vasta experiencia en la materia. Tanto las escenas que repasan el entrenamiento del protagonista, como aquella que se centra en la confrontación final entre San Te y el General Tien, presentan un atractivo visual innegable, y gozan de una espectacularidad que no va en desmedro de la verosimilitud de las mismas. En esto juega un papel importante Gordon Liu, quien con el tiempo se convertiría en una de las más grandes estrellas de la era dorada del cine de artes marciales realizado en Hong Kong. El hermano adoptivo del director Chia-Liang Liu, con quien trabajaría en varias de las producciones de la Shaw Brothers, no solo era un habilidoso artista marcial, sino que además en esta oportunidad realiza un gran trabajo retratando la evolución personal de un joven impulsivo e idealista, que durante su estadía en Shaolin se convierte en un hombre introspectivo y  disciplinado, lo que provoca que sus deseos de venganza iniciales se difuminen para dar paso a un objetivo mucho más noble, basado en el bien común.


En relación al aspecto técnico de la película, esta cuenta con el estupendo trabajo de fotografía de Arthur Wong, y la efectiva banda sonora de Yung-Yu Chen, la cual realza el carácter épico de algunos pasajes de la cinta. “The 36th Chamber of Shaolin” es sin lugar a dudas uno de los grandes clásicos del género, y con el tiempo ha demostrado ser una obra cuya influencia ha sido reconocida por directores como Quentin Tarantino, quien no contento con extraer algunos elementos del film de Chia-Liang Liu para desarrollar ciertos aspectos de la saga “Kill Bill”, incluyó en su elenco a Gordon Liu, quien interpretó los roles del maestro Pai Mei y del peligroso yakuza enmascarado Johnny Mo. Debido al éxito que tuvo en su momento, “The 36th Chamber of Shaolin” dio pie a dos secuelas de menor calidad tituladas “Return to the 36th Chamber” (1980), en la cual Gordon Liu interpreta a un impostor que adopta la identidad de San Te, y “Disciples of the 36th Chamber” (1985), en la que Liu nuevamente encarna al experimentado maestro shaolin.

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