A comienzos de la década del setenta, los relatos
de horror gótico que habían adquirido una inmensa popularidad durante los
sesenta, gracias a las cintas de la Hammer Films y a las adaptaciones
norteamericanas que el director Roger Corman hizo de la obra de Edgar Allan Poe,
estaban comenzando a perder su atractivo. Y es que el cine de horror estaba en
franca evolución, lo que provocó que surgieran producciones poseedoras de un
marcado comentario social, como por ejemplo “Night of the Living Dead” (1968),
del director George A. Romero, y otras tantas que comenzaron a sumergirse en
los terrenos del terror psicológico, como “Rosemary´s Baby” (1968), de Roman
Polanski. Sin embargo, es países como
España e Italia la popularidad del cine de horror gótico se extendería durante algunos
años más, en gran medida gracias a la aparición de director como Amando de
Ossorio y Eugenio Martin, entre otros, quienes en varias de sus obras plasmaron
su predilección por ciertos elementos del subgénero en cuestión. En el caso
particular de “Pánico en el Transiberiano” (1972), sería tal la influencia de las
producciones de la Hammer en el desarrollo del proyecto, que los productores
Bernard Gordon y Philip Yordan decidieron contratar a Peter Cushing y
Christopher Lee, las dos estrellas más importantes de la llamada Casa del
Martillo, como protagonistas del film.
Como bien sugiere el título del film, casi la
totalidad de la acción se desarrolla a bordo del Expreso Transiberiano, el cual
conecta Siberia con Europa del Este. Entre sus pasajeros se encuentran dos
científicos británicos, un antropólogo llamado Sir Alexander Saxton (Christopher
Lee), y un
biólogo llamado Wells (Peter Cushing), quienes durante años han mantenido una tensa
rivalidad. Junto a ellos en el tren viaja el Conde Marion Petrovski (George
Rigaud), su esposa Irina (Silvia Tortosa), el consejero del conde, un sacerdote
de apellido Pujardov (Alberto de Mendoza), un detective ruso (Julio Peña), y
una mujer que eventualmente dice ser una espía (Helga Liné). Lo que ellos no
saben, es que Saxton lleva consigo el cuerpo congelado de un humanoide
primitivo (Juan Olaguivel), el cual se cree que puede ser el mítico eslabón perdido. Para mala
suerte de todos los pasajeros del Expreso, eventualmente la bestia despierta
dejando un rastro de cadáveres a su paso. Como si esto no fuera lo
suficientemente extraño, cuando el Dr. Welles decide realizarles una autopsia a
las víctimas de la criatura, se percata de una extraña peculiaridad; los
cerebros de los fallecidos están completamente lisos, lo que hace suponer que
les han drenado su contenido. Por lo tanto, lo que sea que anda suelto en el
tren no solo está asesinando a los pasajeros, sino que también está acumulando
el conocimiento de quienes caen en sus garras.
Si algo hay que agradecerles a Amaud d´Usseau y Julian Zimet, Eugenio Martín, y Bernard Gordon, es que al momento de confeccionar el guion no repitieran el esquema tantas veces utilizado en las producciones de la Hammer, en donde Christopher Lee estaba llamado a interpretar al villano de la historia, mientras que Peter Cushing ocupaba el rol del héroe carismático y desinteresado. En muchos sentidos, Sir Alexander Saxon es el típico personaje de Lee, ya que se presenta como un hombre orgulloso, aristocrático, y arrogante, lo que se contrasta con el personaje de Cushing, quien es descrito como un tipo agradable pero sumamente competitivo. Pese a esto, “Pánico en el Transiberiano” le otorga la oportunidad a Lee de ocupar el rol del héroe de la historia, especialmente una vez que Saxton decide enfrentarse a la bestia cuyo descubrimiento pudo haberle significado el reconocimiento de sus pares a nivel mundial. Como es de esperarse, la presencia de esta dupla de actores no es el único guiño que el film de Martín le hace a las producciones de la Hammer. En la trama se pueden encontrar criaturas prehistóricas al igual que en “When Dinosaurs Ruled the Earth” (1970), del director Val Guest; expediciones arqueológicas con resultados desastrosos como sucede en “The Mummy” (1959), cuyo responsable fue Terence Fisher; y algo del sensacionalismo histórico exhibido en “Rasputin: The Mad Monk” (1966), del director Don Sharp.
Esta curiosa
fusión de elementos e influencias es en gran medida responsable del encanto del
film, y establece las bases de los sorpresivos giros dramáticos que suceden
durante el transcurso del relato. Y es que la dupla de científicos conformada
por Saxton y Welles no solo deberá enfrentarse a la criatura, sino que también
a algunos de los pasajeros más influyentes del tren, entre los que se
encuentran el inestable Padre Pujardov y el autoritario Capitán Kazan (Telly
Savalas). En el caso del sacerdote, no conforme con asegurar que el monstruo
tiene un origen divino, hace todo lo posible por evitar que Saxton y Welles
asesinen a la criatura. El Capitán Kazan por su parte, resulta ser aún más
problemático que Pujardov. Enviado para solucionar los problemas que están
aconteciendo al interior del tren, Kazan cree que los asesinatos son obra de un
grupo de anarquistas, por lo que no duda en utilizar una serie de métodos
violentos para develar el misterio que se esconde tras los crímenes. Si existe
algún tipo de subtexto político en “Pánico en el Transiberiano”, este está encarnado
en la pareja conformada por el Conde Marion Petrovski y su esposa Irina. Para
algunos críticos, el matrimonio bien podría ser una representación del infame
General Franco, quien en ese entonces aún se encontraba en el poder, ya que
ambos se sientan en su lujoso y confortable camarote, y observan con total
impunidad y desinterés como sus sirvientes son brutalizados por el monstruo y el
Capitán Kazan.
En el ámbito de las actuaciones, si bien todo el
elenco realiza un buen trabajo, son Christopher Lee y Peter Cushing los que se
destacan por sobre el resto de sus compañeros. Cabe mencionar que Cushing
estuvo a punto de abandonar la producción por la depresión en la que estaba
sumido, debido al reciente fallecimiento
de su esposa. Sería Lee, quien había establecido una relación de amistad con
Cushing gracias al gran número de producciones en las que habían trabajado
juntos durante el transcurso de su carrera, quien lo convencería de participar
en el film con el objetivo de revivir la fórmula que tanto éxito les trajo.
Quien también sobresale por sobre el resto del elenco es Telly Savalas, ya que su colorida interpretación del
autoritario y cruel Capitán Kazan resulta memorable, aun cuando su participación
es bastante reducida. En cuanto al aspecto técnico de la producción, esta
cuenta con el irregular trabajo de fotografía de Alejandro Ulloa, la efectiva
pero olvidable banda sonora del compositor John Cacavas, y el modesto pero atractivo
trabajo de efectos especiales de Pablo Pérez y Julián Ruiz.
Aun cuando el trabajo del director Eugenio Martín
dista de ser perfecto, el realizador logra con éxito crear una historia de
terror y ciencia ficción que pese a presentar ciertas dosis de humor negro,
evita por completo caer en la parodia. Al mismo tiempo, el director aprovecha
de la mejor forma posible el claustrofóbico escenario donde se desarrolla el
relato, convirtiendo el interior de los vagones del tren en espacios realmente aterradores.
Sin embargo, lo que quizás resulta más importante, es que Martín le otorga
cierta coherencia a un guion plagado de giros argumentales tan sorprendentes
como inverosímiles. Y es que en gran medida, el guion de “Pánico en el
Transiberiano” podría ser considerado como la fusión de la novela de misterio
“Murder on the Orient Express”, de la escritora Agatha Christie, con la
historia de ciencia ficción “Who Goes There?”, del escritor John W. Campbell,
por lo que obviamente su rodaje se presentaba como todo un reto que
afortunadamente el realizador español pudo sortear sin mayores inconvenientes.
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