Durante al menos una década, Ray
Milland gozó del estatus de estrella que le otorgó el Oscar que ganó por su
actuación en el drama “The Lost Weekend” (1945) del director Billy Wilder. Lamentablemente
para el actor, en la década del cincuenta comenzó a padecer una incipiente
calvicie que lo terminó relegando a papeles secundarios y a cintas de bajo
presupuesto. Fue así como durante los años sesenta y setenta, Milland no tuvo más
remedio que aceptar roles en algunas modestas películas de horror y ciencia ficción
como por ejemplo “The Premature Burial” (1962), “The Man With the X-Ray Eyes”
(1963), “The Thing With Two Heads” (1972), “Frogs” (1972), y “The Uncanny”
(1977), entre otras, las cuales aun cuando no hicieron demasiado por levantar
su alicaída carrera, con el paso de los años adquirieron un seguimiento de
culto que sirvió para apreciar desde otra perspectiva dicha etapa de la filmografía
del actor. Con el objetivo de demostrar su valor y su capacidad para asumir
nuevos desafíos, entre 1955 y 1968 Milland probó suerte como director en cinco
oportunidades, siendo “Panic in the Year Zero” (1962) su película más
recordada. El guion escrito por John Morton y Jay Simms, el cual estaba basado
en dos historias cortas del novelista Ward Moore tituladas “Lot” y “Lot`s
Daughter”, de inmediato llamó la atención del actor quien supo apreciar la hipótesis
que formulaba con respecto a como seria el comportamiento de un grupo de
sobrevivientes expuestos a una hecatombe nuclear. Sin embargo, su entusiasmo no
impediría que su experiencia como director de este film fuese sumamente
estresante. Según Roger Corman, “El tema era interesante, pero los técnicos que
trabajaron en la película, quienes eran mis técnicos, me contaron que Ray se
vio sobrepasado. Él no fue capaz de organizarse para actuar y dirigir al mismo
tiempo. Perdió tres semanas rodando una sola escena y a menudo olvidaba sus
líneas.”
Harry Baldwin (Ray Milland), su esposa
Ann (Jean Hagen), y sus dos hijos adolescentes, Rick (Frankie Avalon) y Karen
(Mary Mitchell), van saliendo de su casa ubicada en Los Ángeles hacia la
montaña, para pasar un fin de semana acampando y pescando al aire libre. Cuando
están camino de su destino, de pronto son cegados por un intenso resplandor que
parece provenir de la ciudad. Si bien todo parece indicar que dicho evento
responde al estallido de una bomba nuclear, la poca certeza de lo sucedido
provoca que la población entre en pánico desatando el más completo caos, e
impidiendo en el proceso que los Baldwins regresen a Los Ángeles para intentar
rescatar a la madre de Ann. Ante la avalancha de gente huyendo sin destino
definido, la aparición de saqueadores desalmados, la proliferación de delincuentes
violentos, y la amenaza encarnada por hombres fuertemente armados que están dispuestos
a todo por sobrevivir, Harry decide refugiarse junto a su familia en el lugar
que habían escogido para vacacionar, manteniéndose de esta forma alejados de
una civilización que se está cayendo a pedazos mientras esperan tener más
noticias acerca del desastre nuclear y que es lo que lo ha provocado. Lo que
Harry no alcanza a prever, es que el descontrol los seguirá hasta su improvisado
refugio, obligándolo a cuestionarse que está dispuesto a hacer por defender a
su familia de un enemigo que hasta ahora desconoce y de sus propios
compatriotas.
Como muchas otras producciones ligadas
al género de la ciencia ficción que se realizaron en aquella época, “Panic in
the Year Zero” busca plasmar de la manera más vívida posible el temor reinante
en la sociedad norteamericana al estallido de un holocausto nuclear a causa de
la Guerra Fría. Lo interesante de todo el asunto es que el guion de Morton y
Simms relata la posible sucesión de acontecimientos que podrían ocurrir luego
de un ataque nuclear, pero a través de los ojos de una familia norteamericana
promedio que se ve atrapada en medio del caos y el pánico reinante. Es así como
una vez que Harry se da cuenta que será imposible regresar a su hogar, se
apresura a conseguir una serie de elementos que puedan asegurar la
sobrevivencia de su familia al menos por un tiempo. Evidentemente no es la
única persona que tiene ese mismo plan de acción, lo que inevitablemente desata
una serie de refriegas entre civiles que cada vez se tornan más salvajes, de
las cuales incluso participa el propio Harry cuya nobleza inicial pronto se
transforma en paranoia y violencia. Por ejemplo, durante una visita a una
ferretería en busca de armas con las cuales defenderse, Harry y su hijo Rick se
percatan que no tienen el dinero suficiente para comprarlas. Ante su creciente
desesperación, el protagonista decide amenazar al vendedor y robar las armas a
sabiendas que tarde o temprano tendrá que utilizarlas. Esta no será la primera
ni la última vez que Harry actúe de manera hostil y violenta durante el
transcurso de la cinta, dejando en claro su postura individualista y su
creencia en la idea que el hombre es un animal salvaje por naturaleza, el cual
solo puede comportarse de manera adecuada cuando es confrontado contra una
figura de autoridad. Esta noción queda claramente establecida cuando Harry
asegura en un determinado momento del film, “Yo decido abandonar la
civilización, y regresaré cuando la gente vuelva a ser civilizada.”
La cuestionable actitud adoptada por
Harry es contrastada con la de su esposa Ann, quien insiste en que bajo ningún
pretexto un hombre que asegura ser civilizado debe darle la espalda a los
principios que rigen la sociedad. Y es que a diferencia de Harry, Ann intenta
aferrarse al concepto de civilización aun cuando este parece haberse desintegrado
por completo. Para ser justos con la actitud adoptada por Harry, una vez
iniciado el ataque nuclear las estaciones de radio comienzan a reportar
múltiples saqueos a lo largo del país, la aparición de pandillas de
adolescentes lascivos, y diversos estallidos de violencia provocados por la
desesperación o el oportunismo. A sabiendas de la inminente escasez de
recursos, son muchos los comerciantes que inescrupulosamente suben el precio de
recursos como la comida o la gasolina, con el afán de obtener ganancias a
expensas de la situación. Esa clase de ambición, que entre otras cosas provoca
que el costo del galón de gasolina suba de 32 centavos a 3 dólares, es
presentada como uno de los principales generadores de violencia dentro de una
población que solo busca sobrevivir. En este escenario donde de pronto rige la
ley del más fuerte, nadie está dispuesto a ayudar al prójimo si eso implica
alguna cuota de sacrificio de su parte. Al final del día, “Panic in the Year
Zero” podría interpretarse como una curiosa y práctica guía de supervivencia
para el hombre común y corriente. Ya sea enterrando alimentos en distintas
locaciones secretas, estableciendo un hogar temporal al interior de una cueva
remota, removiendo señalética vial o pequeños puentes de acceso para evitar la
llegada de intrusos, o batallando con diversos personajes a la hora de
conseguir los recursos que necesitan, los Baldwins se presentan como una
familia bastante ingeniosa. Sin embargo, pese a todas las precauciones que
adoptan durante el tiempo que pasan en su improvisado refugio, los problemas de
todas formas terminan alcanzándolos. Durante la según mitad de la película, la
aparente pasividad que logra la familia Baldwin se quebranta por la intrusión
de un trío de delincuentes en sus vidas, quienes los obligarán a lidiar con las
consecuencias del abuso sexual y con un creciente sentimiento de venganza que
los corroe, el cual puede llevarlos a cruzar la línea que los separa de
aquellos que ellos reconocen como criminales.
Las actuaciones del elenco en general
son bastante buenas. Mientras que Milland se destaca interpretando al sombrío
protagonista, Hagen realiza un buen trabajo interpretando a la esposa de Harry,
aun cuando su rol se limita únicamente a funcionar como la contraparte valórica
de su marido. Frankie Avalon por su parte, gracias a que interpreta un rol
bastante alejado de aquellos que encarnó en las películas de adolescentes que
lo lanzaron a la fama, demuestra tener un potencial como actor hasta entonces
desconocido. Por otro lado, mientras que la dirección de fotografía de Gilbert
Warrenton y en especial la dirección de arte de Daniel Haller son efectivas pese
a sus limitaciones a la hora de transmitir la idea que está ocurriendo un
desastre a gran escala, la jazzística banda sonora del compositor Les Baxter en
muchas oportunidades atenta directamente contra el tono que Milland pretende
otorgarle al film, lo que por supuesto resulta lamentable. “Panic in the Year
Zero” además de ser una película entretenida que ostenta un ritmo narrativo
acorde con las circunstancias, es una producción que contiene varias ideas y
metáforas interesantes aunque no todas están bien desarrolladas. Como bien lo
menciona Jack G. Shaheen en un artículo titulado “Nuclear War Films”, a lo
largo del relato es posible identificar una serie de paralelos bíblicos que en
ocasiones son bastante explícitos. Por ejemplo, Harry no puede evitar pensar
que el enorme flujo de automóviles que se agolpan en las autopistas son la
representación de un Éxodo moderno, por lo que cuando junto a su familia se ven
obligados a abrirse camino en contra del tránsito, no duda en arrojar gasolina
y prenderle fuego con el fin de partir el mar de automóviles de la misma forma
que Moisés separó las aguas del Mar Rojo con su vara. También resulta
interesante el postulado que la familia es elemento más importante de la
civilización, por lo que debe ser preservada a cualquier costo, sin importar
que para aquello se deban transgredir algunos preceptos morales. En la vereda
contraria, resulta criticable su visión simplista de las mujeres, quienes
deben resignarse a ser protegidas o explotadas por los hombres que las rodean,
quienes sin distinción no se molestan en considerar su opinión. De igual forma,
el discurso anti bélico está presente pero no goza de la seriedad y la
importancia que debería tener, lo que en cierta medida es compensado por la
aseveración por parte del protagonista que una vez que las cosas se calmen,
tanto ellos como el resto del mundo jamás volverán a ser los mismos, ya que el
eventual término del conflicto bélico no es otra cosa más que el comienzo de
sus nuevas vidas.
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