Hace más de 50 años,
algunos creativos de Hollywood como el director William Castle, se dedicaron a
llevar a cabo ideas peculiares con la finalidad de llevar más gente a las salas
de cine, con la promesa de una experiencia mucho más interactiva. Mitad
innovación técnica y mitad estrategia publicitaria, la locura por los gimmicks
o trucos publicitarios durante la década del cincuenta, buscó poner la
experiencia cinematográfica directamente en la cara de la audiencia o
literalmente bajo sus asientos. Sin embargo, el uso de trucos para atraer al
público se remonta a la década del veinte, cuando incluso la adición de sonido
o color eran vistos como una novedad. Lanzado inicialmente como un filme mudo
en 1925, “The Phantom of the Opera” al igual que muchas otras producciones de
la época, incluía escenas en blanco y negro que fueron teñidas con varios tonos
para marcar determinados escenarios o atmósferas. Lo que sin duda era una
vistosa novedad, fue que algunas secuencias fueron filmadas como un nuevo
proceso de Technicolor que utilizaba dos colores, rojo y verde, para crear una
misteriosa y poco saturada versión del espectro a todo color. Varios años más
tarde, el gran golpe vendría de la mano de la cinta “The Wizard of Oz” (1939),
la cual se convertiría en la primera producción filmada a color.
Después de la Gran
Depresión, la baja asistencia a las salas de cine provocó que la industria
cinematográfica buscara llenar los asientos mediante trucos de marketing, como
la entrega de premios y ofertas en el precio de las entradas. Era evidente que
ya no se podía confiar únicamente en la fortaleza de la trama de una
determinada película, o en la mera participación de celebridades; la
alternativa era crear un foco de interés que ayudara a comercializar la cinta a
través del boca a boca. Tras la Segunda Guerra Mundial, la industria
cinematográfica recibió dos duros golpes que obligaron a los realizadores a
explorar nuevas alternativas técnicas y publicitarias: el auge de los
televisores y la decisión de la Corte Suprema de desmantelar los monopolios
sostenidos por los grandes estudios. Como consecuencia a esto último, todos los
grandes estudios como Paramount Pictures, MGM, RKO, 20th Century Fox, y Warner
Brothers, tuvieron que vender sus cadenas de salas de cine, y disminuir la
cantidad de producciones cinematográficas que estaban realizando al año, con el
objetivo de enfocarse únicamente en lo que ellos creían que podían ser éxitos
de taquilla. Las consecuencias más directas de este sombrío escenario para los
grandes estudios, fue la aparición de competencia bajo la forma de pequeñas
compañías de producción independiente, y el uso de campañas publicitarias cada
vez más alocadas y originales que las que se venían utilizando hasta ese
entonces.
Durante décadas, los
estudios habían estado fabricando paquetes publicitarios conocidos como “libros
de prensa”, los cuales eran distribuidos en las salas de cine con el fin de promocionar
cada película y así obtener mayores ganancias. Sin embargo, para la década del
cincuenta, los ejecutivos de la industria pensaron que sería mejor no solo
renovar los libros de prensa, sino que además idear nuevos métodos como generar
concursos locales, realizar espectáculos fuera de las salas de cine con actores
disfrazados, situar dioramas en las entradas de los cines, mandar gente con
letreros a la calle que llamaran a no perderse las entonces tan populares
funciones dobles, e incluso entregarle pequeños libros coloreables a los niños,
sin importar si se trataba de películas para adultos, como ocurrió durante el
estreno de “The Giant Claw” (1957). Estas tácticas publicitarias funcionaron particularmente
bien cuando se trató de promocionar cintas de terror y ciencia ficción, ya que
el público asiduo a esa clase de producciones buscaba ser estremecido de
cualquier forma posible. Algunas de estas ideas también involucraban el uso de
nuevo tecnología, lo que generó una oleada de cintas en tres dimensiones.
Aunque la experimentación con el 3D comenzó en 1890, mediante la exhibición de
cortometrajes de escasa complejidad técnica, la versión moderna del proceso la
inauguró el filme “Bwana Devil” (1953), el cual sería seguido por “House of
Wax” (1953), producción que además le agregó sonido estéreo a la mezcla, lo que
no solo contribuyó a que esta se convirtiera en un éxito comercial, sino que
además cimento la carrera de Vincent Price como estrella del cine de terror.
Otro truco llamado “Duo-Vision”, vino de la mano del filme de horror “Wicked, Wicked” (1973), y se presentó como una nueva técnica narrativa que ofrecía dos veces el terror por el precio de un boleto. Desde luego, “Duo-Vision” solo era un título más elaborado para la técnica de la pantalla dividida, lo que significaba que la audiencia podía ver la película desde dos puntos de vista completamente diferentes, uno al lado del otro. En este caso, los puntos de vista correspondían al del asesino y al de sus víctimas. Si bien la idea tenía potencial narrativo, el gran error del director Richard L. Bare fue que utilizó la técnica durante los 95 minutos de metraje de la cinta. Otros directores, como por ejemplo Brian de Palma en “Sisters” (1973), hicieron un mucho mejor uso de la técnica, reduciéndola a algo que solo debía ser utilizado en momentos muy específicos de la trama. Esta noción de jugar con la percepción del espectador, había sido puesta en práctica varios años antes pero de manera mucho más sutil, en el filme “My World Dies Screaming” (1958), que utilizaba una técnica llamada “Psycho-Rama”. Dicha técnica consistía en la inclusión de imágenes subliminales, como esqueletos, serpientes, rostros espectrales, y la palabra “muerte”, con el fin de incomodar a los espectadores. Aunque el uso de Psycho-Rama no le causó una gran impresión al público o la industria en general, de todas formas algunos directores decidieron darle una oportunidad, como sucede con William Friedkin en “The Exorcist” (1973).
El uso de nuevas
tecnologías también tenía que ver con el deseo de contrastar la experiencia
cinematográfica con el mundo de la televisión, y así lograr sacar a la gente de
sus casas. Fue así como apareció un proceso llamado Cinerama, que consistía en
una proyección panorámica mediante el uso de tres proyectores que trabajaban de
manera sincronizada, el cual fue rápidamente remplazado por el Cinemascope, que
era una forma mucho menos costosa de realizar películas con imágenes amplias.
Evidentemente, ambas técnicas fueron precursoras de lo que hoy es conocido como
IMAX. Aunque estas innovaciones tecnológicas eran sumamente atractivas, hubo
realizadores que opinaron que los trucos publicitarios debían apuntar a
incentivar la interacción del público con la cinta que asistían a ver. Fue
entonces cuando surgió la figura del director norteamericano William Castle,
quien en 1958 con su filme “Macabre”, comenzaría el proceso de convertir los
trucos publicitarios en una verdadera forma de arte. Su estrategia en aquella
oportunidad consistió en ofrecer un seguro de vida a todos los que compraban un
ticket para ver la cinta, el cual estaba respaldado por la prestigiosa empresa
Lloyd´s of London, la cual ofrecía mil dólares como compensación a la familia
de quien falleciera de miedo durante la proyección de la película. El director
de culto John Waters, alaba las técnicas de Castle en su libro “Crackpot”. En relación al caso de “Macabre”, Waters
señala: “La audiencia mordió el anzuelo. Nadie hablaba acerca de la película,
pero todo el mundo estaba ansioso de ver si algún idiota fallecía y cobraban el
seguro. Desde luego, nadie murió. Pero si hubiese sucedido, habría sido incluso
mejor. Un fallecimiento de cualquier tipo dentro del teatro le hubiese costado
a Lloyd´s of London mil dólares, y piensa en la expectación que eso habría
generado”.
Para “The House of
Haunted Hill” (1959), Castle idearía un truco que llamaría Emergo, y que
consistía en arrojar un esqueleto falso por un cable durante un momento
determinado de la película, con la obvia finalidad de asustar a los asistentes,
mientras que en “The Tingler” (1959), el director llamó a su truco “Percepto”,
y se encargó de asegurar en los afiches publicitarios de la película que un
monstruo que se activa con el miedo, andaría suelto durante la función, y que la
única forma de protegerse de su ataque era gritando. Con el fin de hacer más
creíble todo el asunto, Castle compró unos motores vibradores que puso bajo
algunos de los asientos de los cines donde era exhibido el filme, y que se
activaban durante el clímax del mismo. Con relación a “The Tingler”, Terry
Castle, hija del creativo cineasta, declararía en una entrevista: “No sé cómo
mi padre convenció a los encargados de estos teatros independientes para que lo
dejaran sacudir los traseros de los asistentes. Era un dispositivo bastante
simple, pero él tuvo que trabajar duro para que el departamento de publicidad
del estudio aceptara la idea, y también tuvo que persuadir a los distribuidores
para que pusieran en marcha el truco. No creo que eso funcione hoy en día”. La
verdad es que muchos de los trucos de Castle estaban integrados directamente en
la película, permitiendo de esta forma que las historias cobraran vida y que el
público pudiese interactuar con ellas. En “Homicidal” (1961), Castle insertó un
“descanso para los temerosos” justo antes del clímax de la cinta, donde el
público tenía 45 segundos para decidir si se quedaban a ver el final de la
historia, o abandonaban el teatro y se les devolvía el dinero. Sin embargo, no
todo era tan sencillo, ya que aquellos que optaban por la salida fácil debían
situarse en la “esquina de los cobardes” y firmar un papel que certificaba que
eran cobardes, antes de obtener su dinero de vuelta.
En “Thirteen Ghost”
(1960), Castle tomó las escenas en blanco y negro y las superpuso con imágenes
teñidas en azul y rojo, para que de esta forma la audiencia pudiera ver
fantasmas mediante el uso de un par de anteojos llamados “Illusion-O”, cuyos
lentes estaban hechos de papel celofán de color. Para “Mr. Sardonicus” (1961),
el director creó el que probablemente fue su truco más interactivo, la
“Encuesta de Castigo”, la cual le permitía a los espectadores elegir el destino
del villano de la película. Mientras que muchos escépticos dudaron que de
verdad existiesen dos finales, Terry Castle aseguró que se hizo una versión
alternativa, pero que nunca fue proyectada. Irónicamente, probablemente por sus
conocidas estratagemas publicitarias, Castle nunca se sintió respetado por la
comunidad cinematográfica. En 1967, Castle finalmente obtuvo un proyecto que
podía alejarlo del mundo del cine serie B y de la necesidad de recurrir a
trucos publicitarios, cuando se aseguró los derechos de la exitosa novela
“Rosemary´s Baby”. Sin embargo, los ejecutivos de la Paramount lo convencieron
que le cediera la dirección de la cinta a Roman Polanski, y que él actuara únicamente
como productor ejecutivo. Esta sería la última película de su carrera. “Él no
quería estar al margen”, declararía Terry en una oportunidad. “Él quería ser
aceptado. Era una industria que él amaba mucho, y mi padre era ese tipo de
persona, buscaba aceptación”.
Fue tal el impacto
de la creatividad de Castle en términos publicitarios, que incluso algunos
expertos aseguran que Alfred Hitchcock fue influenciado por las técnicas del
director norteamericano al momento de estrenar “Psycho” (1960). Durante las
proyecciones de dicho filme, Hitchcock estableció la política de que nadie
sería admitido en las salas de cine una vez comenzada la película, lo que
curiosamente atrajo mucha publicidad en aquel entonces, pese a no ser una idea
demasiado original. De hecho, una política similar había sido establecida
durante el estreno de “Les Diaboliques” (1955), del director francés Henri-Georges
Clouzot. Quienes sí seguirían más de cerca el accionar de Castle, serían los
creativos de producciones como “The Horrors of the Black Museum” (1958), cuyo
truco se llamó “Hypno-Vista”. En aquel entonces, James Nicholson, presidente de
la productora American International Pictures, sugirió que sería buena idea que
se presentara un hipnotizador, el Dr. Emile Franchel, antes de las proyecciones
de la cinta, cuya trama giraba en torno a un hipnotizador asesino. Durante 13
minutos, el Dr. Franchel procedía a hablarle a la audiencia acerca de la
ciencia tras el hipnotismo, antes de intentar hipnotizar a los asistentes con
la finalidad de que se involucraran más en la historia. No solo el truco atrajo
a bastante gente a las salas de cine, sino que además según el escritor Herman
Cohen, el discurso inicial de Franchel tuvo que ser retirado durante las
retransmisiones de la cinta en televisión, porque de verdad terminó hipnotizando
a algunas personas. Cabe mencionar que dos años más tarde, el filme “The
Hynotic Eye” (1960) utilizó un truco similar llamado “Hypnomagic”, cuya única
diferencia consistía en que durante uno de los segmentos de la película, uno de
los protagonistas mirando fijamente a la cámara, procedía a realizarle a la
audiencia una prueba de sensibilidad al hipnotismo.
Otro truco llamado “Duo-Vision”, vino de la mano del filme de horror “Wicked, Wicked” (1973), y se presentó como una nueva técnica narrativa que ofrecía dos veces el terror por el precio de un boleto. Desde luego, “Duo-Vision” solo era un título más elaborado para la técnica de la pantalla dividida, lo que significaba que la audiencia podía ver la película desde dos puntos de vista completamente diferentes, uno al lado del otro. En este caso, los puntos de vista correspondían al del asesino y al de sus víctimas. Si bien la idea tenía potencial narrativo, el gran error del director Richard L. Bare fue que utilizó la técnica durante los 95 minutos de metraje de la cinta. Otros directores, como por ejemplo Brian de Palma en “Sisters” (1973), hicieron un mucho mejor uso de la técnica, reduciéndola a algo que solo debía ser utilizado en momentos muy específicos de la trama. Esta noción de jugar con la percepción del espectador, había sido puesta en práctica varios años antes pero de manera mucho más sutil, en el filme “My World Dies Screaming” (1958), que utilizaba una técnica llamada “Psycho-Rama”. Dicha técnica consistía en la inclusión de imágenes subliminales, como esqueletos, serpientes, rostros espectrales, y la palabra “muerte”, con el fin de incomodar a los espectadores. Aunque el uso de Psycho-Rama no le causó una gran impresión al público o la industria en general, de todas formas algunos directores decidieron darle una oportunidad, como sucede con William Friedkin en “The Exorcist” (1973).
El estilo de
publicidad viral utilizado por Castle, también fue adoptado por otros
directores y algunos estudios, quienes no dudaron en recurrir a la publicación
de artículos en el periódico, o a vistosos afiches publicitarios señalando los
peligros y las innovaciones técnicas de una determinada producción, con tal de
llevar gente a las salas de cine. Al momento del estreno de “The Fly” (1958),
los estudios 20th Century Fox ofrecieron un premio de 100 dólares para quien
fuera el primero en desestimar la premisa científica de la película. Los
ejecutivos de la American International Pictures por su parte, crearon el “Test
D-13” para el estreno del filme “Dementia 13” (1963). Dicho test, tenía por
objetivo identificar a las personas cuya salud podía verse afectada por la
película. De la misma forma, los anuncios publicitarios de la cinta “Mark of
the Devil” (1970), estipulaban que debido a la violencia gráfica presente en la
producción, nadie sería admitido en los cines si no acudían con una bolsa para
el vómito. Ya en la década del setenta, los trucos publicitarios comenzaron a
tener como objetivo atacar los sentidos del público. Fue así como nació
“Sensurround”, una técnica que a través de parlantes gigantes, provocaba que
las salas de cine vibraran en los momentos de acción intensa. La primera
película en ser estrenada en “Sensurround” fue “Earthquake” (1974), un
verdadero clásico del cine de desastre. Lamentablemente, que el proceso
resultara ser demasiado costoso, y el hecho de que fuera difícil contener la vibración
para que esta no afectara a las salas contiguas, fueron razones suficientes
para dar por finalizado este particular truco tras aplicarlo en cinco producciones
entre 1974 y 1978, aunque en la actualidad la idea ha tomado nuevos y más
contenidos bríos mediante el uso de las llamadas salas 4D.
Posiblemente el truco más peculiar de naturaleza
multisensorial que se utilizó durante aquella época, fue el conocido como
“AromaRama”, el cual tuvo su debut en la cinta “Behind the Great Wall” (1959),
del director Carlo Lizzani. En aquella oportunidad, el director utilizo el aire
acondicionado del teatro donde se estrenó la película, para dispersar diversos
aromas por el lugar. Solo unas pocas semanas después, el productor Mike Todd
Jr. inauguró el uso de “Smell-O-Vision” durante el estreno del filme “Scent of
Mystery” (1960). El sistema de Todd consistía en una red de tuberías conectadas
a ventiladores que se encontraban detrás de los asientos, las cuales expelían
diversos perfumes en determinados puntos de la proyección. Ambos trucos
fracasaron estrepitosamente, en gran medida debido a que los espectadores
estimaron que eran un mero distractor de la experiencia cinematográfica. Varios
años más tarde, el director John Waters reviviría este concepto en su filme
“Polyester” (1981), bajo el título de “Odorama”, cuya mecánica consistía en la
entrega de tarjetas numeradas que debían ser raspadas en determinados momentos
de la película, para así poder sentir distintos aromas. Uno de los últimos
trucos publicitarios interesantes que se realizaron durante este periodo, sería
el ideado por John Landis para la cinta “Clue” (1985), el cual consistió en el
rodaje de tres finales diferentes, cada uno de los cuales era exhibido en
distintas salas de cine.
Con el correr de
los años, la audiencia se volvió más sofisticada y empezó a cuestionar con más
ímpetu el apartado técnico de las películas, razón por la cual los productores perdieron el interés en toda clase de estrategias
publicitarias alocadas, optando por gastar su dinero en la realización de
efectos especiales más realistas, o en la implementación de efectos generados
por computadora. Esa tendencia se ha mantenido hasta la actualidad, y es en
gran medida responsable de innovaciones como “Who Framed Roger Rabbit?” (1988),
la primera película que mezcló animaciones con personajes reales durante todo
el transcurso del metraje; “Toy Story” (1995), cinta que no solo marcó el debut
de la factoría Pixar, sino que además sería la primera producción animada generada
completamente por computadora; y el renacimiento del cine 3D de la mano de
“Avatar” (2009). En muy pocas oportunidades, esta tendencia ha sido reemplazada
por inteligentes estrategias publicitarias, como fue el caso de “The Blair
Witch Project” (1999), película de bajo presupuesto que tuvo un éxito
inesperado, gracias a que fue publicitada viralmente como una filmación real
que fue encontrada y convertida en una película. Aunque hoy en día es probable
que los trucos utilizados por Castle y algunos de sus contemporáneos
difícilmente tengan el mismo efecto, gente como Terry Castle piensa que los
estudios aún podrían crear nuevos trucos para captar un mayor número de
audiencia, en especial si utilizan algunos de los dispositivos que se tienen a
mano. Con respecto a esto, Terry declaró en una entrevista: “Piensa en lo que
haría mi padre con los IPhones, los IPads y los artefactos de realidad
aumentada. Él estaría centrando su atención en ellos. Probablemente ajustaría
tu teléfono para que hiciera una cosa determinada, y sintieras como si te
estuviesen caminando cucarachas por la pierna, sería brillante”.
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